Pisco Sour
sábado, junio 04, 2005
 
Carta de Carlos Salaverry a Martín Romaña
Mi querido Martín,

Acabo de comprarme toneladas de jamón y queso. Pan no me va a faltar. He comprado también toneladas de cajas de cartón y me voy a encerrar a empacar libros en mi departamento. Acabo de vender el automóvil. Por supuesto que me hicieron cholito, peor que cholito, pero con ese dinero parto a Alemania (al Baile de los corazones solitarios, a la mierda, o a lo que sea, aunque ya tengo un saco de fumar y tal vez la suerte haga que encuentre una chimenea apropiada . . .), en el primer tren después de las huelgas o en el primer tren rompehuelgas o como diablos sea. Por favor, no vengas a verme, Martín. Tu amistad ha sido para mí siempre sagrada, y como sé que algún día, a pesar de los sindicatos pesqueros, de Mocasines, y de Inés (perdóname, Martín), escribirás a tus anchas y contarás tal vez estas cosas, no quiero que digas que además de alimentarme, comprarme servilletas, lavar todos los platos y tazas (menos las dos que yo rompí. Te dejo el importe sobre el tocadiscos), me ayudaste también a mudarme, cuando en realidad lo único que deseabas era paz para olvidar a Inés, en los brazos de una norteamericana cuyo inglés es peor que el del Indio Bedoya en El tesoro de la Sierra Madre, o que el de cualquier otro mexicano imaginado por Hollywood. Aparte de eso, Sandra es encantadora, hermosísima, y está completamente loca. Prefiero estar en los brazos del aburridísimo Heidegger (Creo que ya te he contado que su hermano es empleado bancario, aficionado al fútbol, y algo así como cien veces más inteligente, entretenido y simpático que mi genial maestro), cuando ella te mate a balazos por no ser diferente, para poder amar a otro hombre que se parezca al que tú eres, si es que esto quiere decir algo, y yo creo que sí. En todo caso, tú no la matarás, o sa que trata de darle un cariño mejor que el que me darán a mí las gordas del Baile de los corazones solitarios, en un sórdido local cuya única iluminación ha debido ser la dentadura de oro del inmortal Piolín. Ten la seguridad, Martín, de que cuando no esté con Heidegger, con su hermano, o en los brazos de una mampancha bávara apachurrando a la miseria de la filosofía (yo), mientras ésta gira pensando en su infame adolescencia, o leyendo y leyendo y leyendo, para que después Lagrimón sea el que publique erratas llenas de libros (Te juro que no he bebido una gota de nada desde el infame Valparaíso, en el que comprendí que hasta mi niñez me aburría ya), estaré escribiéndote las cartas que serán, gracias a tus respuestas, aquella hermosísima correspondencia entre dos amigos que nada podrá separar. Ni siquiera tus opiniones sobre Hemingway, que siempre encontré algo exageradas, y no necesariamente producto de una atenta relectura de la obra de ese hombre que, a mi entender, nunca supo nada de toros. Perdóname, Martín, si hay en esta carta de despedida alguna otra frase muy dura. Me conoces: después me habría odiado por no haberla dicho. En efecto, de toda la obra de Henry de Montherlaunt, aparte de una que otra escena de La Reina muerta y de Malatesta, sólo se salva una frase: "Si no somos duros con los que queremos, con quién vamos a serlo entonces". No te doy noticias de Teresa y Marisa, por la simple razón de que ellas no me las han dado a mí, y porque a causa de los gases lacrimógenos no me he atrevido a ir a ver si están trepadas en la torre de la Sorbona, donde parece que hoy hasta se hacen picnics. Esto me apena por los excelentes cursos que dictaba Etiemble sobre "El mito de Rimbaud en los países eslavos y comunistas", pero me alegra y reconforta por casi todo lo demás. Mi dirección en Alemania te llegará con mi primera carta. La botella de champán que te dejo es para que la beba con quien te dé la gana, pero no solo, por favor. Habría sido hermoso beberla con Inés, lo confieso. Y también con Sandra, lo confieso también. Y con cualquiera que te dé la alegría y serenidad que te desea con todo cariño tu amigo de siempre,

CARLOS SALVERRY


P.S.: No deja de preocuparme tu problema con los "jebecitos constantes". Hay algo muy depresivo en ello. Trata de consultarlo con un médico serio. Evita, de preferencia, que ese médico serio sea Lagrimón.

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Quote of the day
-No te vas a quedar ahí sentado mirando las estrellas como un huevón-intervine.
-Mi querido Martín, créeme que así ha transcurrido la mayor parte de mi existencia.

Grande, Fico.

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