Pisco Sour
miércoles, febrero 15, 2006
 
The sound of inevitability
Antes he comentado ya sobre los cambios y resistencias que está generando alrededor del mundo el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y el creciente acceso a ellas. Es uno de los temas que me generan más interés, y al mismo tiempo una enorme preocupación, por una serie de elementos confluyentes cuyo detalle escapa al enfoque y alcance de este post. Tenemos, por ejemplo, la tentativa de corporaciones de telecomunicaciones en EEUU de crear una "two-tiered Internet", una red en la cual los proveedores de contenido (como Google, Yahoo!, etc.) tendrían que pagarle a los proveedores del acceso a Internet (como Verizon) si no quisieran que el acceso a sus servicios se vieran perjudicados, argumentando algo así como que "tienen que pagar los derechos por lucrar usando sus líneas" -en una práctica no muy diferente de la "protección" que brindaría la mafia-. O el creciente empuje de las distribuidoras de contenido (las grandes disqueras, los grandes estudios de cine) por controlar todos los medios de acceso a su contenido en su eterna cruzada contra la piratería, defendiendo a capa y espada, con uñas y garras, los últimos vestigios de un agonizante modelo económico. Personalmente, lo veo todo como algo inútil, a largo plazo; pero no deja de ser, en el corto, algo terriblemente peligroso.

Uno de los casos más sonados últimamente es el de Google iniciando operaciones locales en China, para lo cual han tenido que conformarse a la legislación local pertinente a la censura del contenido accesible: Google ha accedido a censurar sus resultados de búsqueda de una serie de contenidos "objetables" para el gobierno chino, entre los cuales están la pornografía y la violencia, pero también el discurso político disidente. Esto ha generado una secuela de polémica en los EEUU, donde incluso han sido llamados a testificar ante la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes para justificar sus acciones. ¿Hasta qué punto puede el Estado o el mercado intervenir en el libre desarrollo de las iniciativas tecnológicas y en el acceso a la información? El tema es resaltado por los dos frentes, tanto por la censura efectivamente ejercida sobre todo el acceso a Internet por el gobierno chino (the Great Chinese Firewall) y a su vez efectivamente burlada una y otra vez por sus usuarios; como por la injerencia que busca adjudicarse el parlamento estadounidense para regular, en cierta manera, cómo deben operar negocios de la información fuera de sus fronteras, no exentos de cierto tufo moralista, pero sobre todo un fuertísimo tufo hipócrita.

Pero ninguno de los dos realmente puede con el asunto. En China, no sólo la gigantesca operación de filtrado se ha mostrado inefectiva en un 100%, sino que incluso ya ha llevado a que dirigentes del propio partido comunista se pronuncien en contra de la censura. No es por conjurar lo apabullante de la inminencia de la Historia -ni tampoco por dedicarse a tautologías positivistas-, pero lo cierto es que el avance tecnológico, y sobre todo las adaptaciones sociales que se están configurando en su entorno, avanzan más rápido, mucho más rápido de lo que las viejas estructuras quisieran permitir. Las limitaciones son todas artificiales y en ningún caso son capaces de sostenerse racionalmente: los esfuerzos del lobby audiovisual por restringir a través de legislación pagada las prestaciones tecnológicas de la siguiente generación de dispositivos electrónicos de consumo o para PCs, o las restricciones de acceso imbuidas en los propios medios de distribución, son algo que va expresamente en contra de lo que los recursos tecnológicos permiten. Sin embargo, tienen sentido si se trata de proteger las ganancias millonarias, aunque eso signifique retrasar el avance de la tecnología y lo que ésta permitiría por unas cuantas décadas. Pero de la misma manera como China no puede filtrarlo todo, cualquier protección que las disqueras o los estudios impongan en la próxima ronda será evadida o vencida por gente con suficiente tiempo libre y habilidades a la par de su interés por no ser restringidos por grandes corporaciones.

El problema actual es la dicotomía inmediata que se nos plantea. U optamos por el modelo del totalitarismo corporativo (o estatal, incluso) del control de los medios, el contenido y el acceso a ambos, o nos concentramos en apoyar la libertad del acceso a la información y salvaguardar con ella nuestra demás libertades (y no, no estoy tratando de sonar liberal con esto). Pero también se presenta la duda de qué tanto podemos realmente decidir al respecto, o si sólo asistimos como espectadores a la consagración de las megacorporaciones y los lobbies millonarios como el modus operandi del sistema. Personalmente, soy un poco determinista histórico al respecto, y considero que el desarrollo de la propia tecnología nos liberará, en tanto ella misma reclamará, como base material/económica de la sociedad (infraestructura económica, para los más cercanos a la terminología), un nuevo ordenamiento jurídico/político/social que le corresponda (supraestructura ideológica). Por supuesto, no es tan sencillo: precisamente los intentos artificiales por restringir este cambio muestran empíricamente que existe una comunicación bidireccional entre supraestructura e infraestructura. Y quizás ahí entra un poco más nuestra influencia directa: cuánto estaremos dispuestos a ceder tranquilamente y sin darnos cuenta, mientras lo vamos perdiendo todo. Jimi Hendrix: "the revolution will not be televised".

[Esto, sobre todo lo último, es un tema que analizo mucho más en detalle en un trabajo que presenté para un curso a mediados del año pasado: "Rip. Mix. Burn.: Medios de comunicación y desarrollo tecnológico (o cómo la información quiere ser libre". Ideas que quisiera profundizar mucho más aún, pero es un buen principio. Lo posteo como PDF tal cual con las mismas referencias, me dio flojera editarlo.]


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domingo, febrero 05, 2006
 
El regreso de los tomates asesinos
De nuevo me ha tocado una de esas temporadas en las que por diversas razones no he podido actualizar mi blog. Para los pocos que lo leen, lo siento. Mi computadora pasó por una etapa crítica de idas y venidas en las cuales solamente he podido sobrevivir con las funciones básicas gracias a Knoppix, pero sin la capacidad ni disposición anímica para escribir o investigar para nuevos posts, aunque de hecho muchos temas se me han quedado en el tintero.

Sobre todo, y para detrimento de muchos, una serie de temas filosóficos y políticos sobre los cuales quiero diatribar sin ninguna autoridad moral, y por supuesto, como tema recurrente, en contra de todas las vacas sagradas.

En fin, de a pocos.

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