Pisco Sour
sábado, enero 20, 2007
 
El ojo que llora

En los últimos días, se ha desatado una controversia en torno a la naturaleza del monumento a la memoria de las víctimas de la guerra interna vivida en el Perú entre 1980 y el 2000, el monumento llamado "El ojo que llora" de la escultora Lika Mutal. Como suele pasar con todo lo relacionado a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, los ataques van por el lado de vincular la iniciativa con una apología al terroristmo y a los crímenes cometidos por Sendero Luminoso en los 80s y 90s. Como suele pasar, la discusión en torno al tema de la reconciliación nacional es opacado y convertido en un debate ideológico entre la izquierda y la derecha, o peor aún, entre una supuesta "normalidad" política que condena al terrorismo con pena de muerte, y una izquierda comunista, terrorista y panfletaria que lucha por los Derechos Humanos de criminales. Esta polarización del debate obviamente no ayuda a nadie, solamente jala agua para los molinos de unos varios oportunistas políticos que se amparan en populismos sensibles para captar un poco de tiempo en cámaras.

A raíz de los últimos conflictos entre el Estado peruano (no, en realidad, entre Alan) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, surgió el tema de demoler El ojo que llora de su lugar en el Campo de Marte por conmemorar a los terroristas; la iniciativa venía por parte del alcalde del distrito de Jesús María, Enrique Ocrospoma, quien supongo vale la pena mencionar es miembro del partido Unidad Nacional. En una columna publicada por el el diario El País, Mario Vargas Llosa respaldó el monumento:

Si usted pasa por Lima, trate de ver "El ojo que llora", en una de las esquinas del Campo de Marte, en el distrito de Jesús María. Es uno de los monumentos más bellos que luce la ciudad y, además, hay en él algo que perturba y conmueve. Pero, apresúrese. Porque no es imposible -el Perú es el país de todos los posibles- que una singular conjura de la ignorancia, la estupidez y el fanatismo político acabe con él.

En una entrevista con el diario La República, la escultora Lika Mutal afirmó que no se trata de un monumento al terrorismo, y que el alcalde Ocrospoma le ha asegurado que el monumento no será demolido:

–Él ha manchado el honor de las víctimas inocentes. Cuando supe de estos agravios intenté comunicarme con el alcalde, pero fue imposible. Posteriormente, cuando nos reunimos para dialogar, me dijo que no se iba a demoler el memorial. Esto demuestra que tienen un doble mensaje.

La Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH) está convocando para mañana domingo 21 de enero a una marcha en respaldo del monumento. La marcha ya encontró, por supuesto, voces en contra. APRODEH ha publicado también un comunicado público respaldando el monumento, firmado por una larga lista de intelectuales y personajes de nuestro medio.


¿Por qué tienen que polarizar el debate de esta manera? ¿Por qué convertir un tema de interés nacional en el capricho de unos pocos, un capricho terrorista y criminal? Me resulta demasiado difícil de entender como gran parte de la población nacional, pero más problemáticamente aún, gran parte de nuestra supuesta clase política o clase dirigente, encuentra como algo tan sencillo negar y cerrarse ante lo encontrado por la CVR, enarbolando excusas de orden metafísico como Dios, patria y familia como verdades últimas e incuestionables, pero a las que (1) no se molestan en definir, y (2) no se molestan realmente en seguir. Pero parece ser un golazo político casi asegurado, en tanto la mayoría de la población quiere la pena de muerte, o que se vuelva a militarizar el conflicto terrorista, o militarizar todo: tenemos una maldita formación militarista de obediencia y represión -tanto en el sentido político como en el sentido psicológico-.

La acción política del alcalde Ocrospoma me resulta vergonzosa, pero consecuente con la postura ideológica que representa su partido; pero allí radica precisamente el problema. Es decir, amplios sectores de la población se rasgan las vestiduras por negar todo lo afirmado y encontrado por la Comisión en sus investigaciones (Rey, Cipriani, AP, PAP, las FFAA, etc.), pero en hacerlo no hacen más que evidenciar que de hecho la CVR tiene en gran medida razón: existen fracturas en nuestra sociedad que corren profundamente y que reprimimos y no somos capaces de aceptar. Y así grandes sectores descartan simplemente la opinión y el sentimiento de otros grandes sectores, descalificándolos como simplemente ajenos a la verdad, equivocados. Lo problemático de creer que en efecto existe una verdad, y debo matar a quienes no la compartan -precisamente el problema a partir del cual surge el terrorismo, es un arma que corta en ambas direcciones-.

Esta gente está en posiciones de pseudo-poder con capacidad para la acción colectiva y el diseño y ejecución de políticas públicas, y lo único que realmente hacen es profundizar en las graves fracturas, primero negándolas, y a partir de eso, desarrollando iniciativas que de hecho echan sal en la llaga. Pero no llego a comprender por completo la motivación; supongo que me falta leer a Weber para eso. Mientras tanto, Alan y su séquito informal de esquizoides delirantes se encargan de regresar nuestro país a criterios políticos de los años 50. ¿Y ahora quién podrá defendernos? Nadie; estamos tan incapacitados para la acción política colectiva, que ya hemos sido aculturados para ver cómo nos meten la rata por la tele, mientras nos quejamos mucho pero nos convencemos de que poco podemos hacer. Siguiente paso: nuevas formas para la organización de la acción colectiva.

Salvemos el ojo que llora.


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